
Hace tiempo que debí ver Vicky Cristina Barcelona, porque cada vez que me presento a alguien en Singapur como español me dicen: ¡Cómo me gustó Vicky Cristina Barcelona! Y tienen razón, porque esta película ha conseguido algo que hace tiempo que estaba en el aire: introducir a Barcelona como uno de los grandes destinos turísticos del mundo.
La trama es muy simple, y narra la historia de un bohemio artista español que mantiene relaciones con una psicópata ex mujer española, y con dos amigas estadounidenses que han ido a Barcelona a pasar las vacaciones de verano. Entre lío amoroso y escena de cama, los personajes se pasean por Barcelona y Oviedo, ciudad que Woody Allen conoció cuando se le entregó el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2002. Es impresionante el uso de la luz y la belleza de las obras exhibidas en la película, creadas por Agusti Puig.
Una película entretenida, sin muchas pretensiones, con una gran polémica sobre la financiación (creo que ha sido la mejor inversión de fondos de un ayuntamiento en mucho tiempo) y por la que la gran Penélope Cruz se ha llevado un Oscar a la mejor actriz de reparto.