Resumen: ha sido un año espectacular. No tengo palabras para describir lo feliz que he sido este año en
Singapur. Ha sido una suerte poder vivir lo que he vivido. Si habéis seguido este blog os habréis dado cuenta de que no he parado. Y no parar no sólo significa viajar a las cuatro puntas del Sudeste Asiático. No parar significa hacer buenos amigos, conocer gente nueva cada día, ir a visitar exposiciones, hacer deporte, comer todo tipo de comidas...
El año empezó algo alborotado, con un piso que pillamos a toda prisa y que quizás debimos esperar un poco más a pillar otro mejor. Pero de todo se aprende, e igual que esto no me pasará otra vez, me permitió esperar un par de meses hasta que conocí a unos portugueses
súper simpáticos con lo que me fui a vivir a
Grange Road, una de las calles
residenciales más acomodadas de
Singapur. Y es aquí donde pasé los mejores momentos en
Singapur.
El trabajo no fue nada del otro mundo. Las becas del
ICEX son bastante poca cosa desde el punto de vista laboral. Pero desde el punto de vista económico están
súper bien. Te permiten vivir
desahogadamente en un país extranjero, viajando, saliendo e, incluso en mi caso, ahorrando algo de dinero. Como todo trabajo en esta vida, depende mucho del jefe que tengas. En la oficina tuvimos dos jefes diferentes. Uno tenía muchas ganas de hacer cosas y moverse mientras que el otro no las tenía tanto. ¡Cómo de importante es tener un jefe con el que te sientas a gusto! Y por suerte puede experimentar, aunque por poco tiempo, lo que es ir con ganas de trabajar a la oficina. Allí he conocido a algunos de mis mejores amigos en
Singapur: Ana, con la que he viajado por todo Asia,
Paula, la mejor secretaria y con la que a pesar de la diferencia de edad nos
hablabamos de tú a tú y discutíamos todos los temas de actualidad,
Leena, con la que conocí una familia
singapurense por dentro y me descubrió partes de
Singapur que no conocí, y Lisa, que siempre tenía una sonrisa que compartir con todos los de la oficina. No me quisiera olvidar de
Heong, que ya dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo y el Consejero Portillo, un ejemplo de buen jefe y buena persona.
Pero no todo en la vida es el trabajo. Esa es la suerte de la vida en la
ofi, que salíamos del trabajo cada día a las 5. Si no tenía plan o alguien con quien quedar, como el cine costaba menos de 4 euros, me iba para
allá a ver el último éxito de la cartelera estadounidense o una película de culto japonesa. Los que hayan estado en
Singapur sabrán que la vida está organizada a lo largo de
los malls (centros comerciales) que han invadido la ciudad y que
constituyen una red de
comunicación subterránea dentro de la ciudad. Te metes en un
mall y vas andando y andando, pasando de uno a otro, y llegas a casa!
Siempre
comíamos en los
food courts de cerca del trabajo (
Fountain Food Terrace, Marina,
Food Republic...) y siempre cenábamos por ahí. Cuando vivía en
Lucky Tower (
Grange Road), me enganché a
Spize The Makan Place, un sitio en
River Valley que me animaba en mis días de penas. Es lo bueno de
Singapur, que podías salir a cenar por ahí y no gastarte más de 4 o 5€. ¡Así quién iba a cocinar en casa! Esto me ha permitido conocer cocinas de toda la zona, y si me tengo que quedar con alguna sería con la india (
murtabaks,
roti johns,
pratas,
briyanis), la japonesa (no sólo es
sushi, sino pasta, cerdo, empanadillas, verduras, frituras) y la
tailandesa. A esas tenemos que sumar la malaya, la coreana, la china, la
vietnamita...
¿De los viajes qué más os puedo contar? Que me hacen feliz. Comer y viajar me hace feliz. Como decía
Josep Pla el dinero no da la felicidad pero tampoco es un serio obstáculo. Y te ayuda en muchas cosas. He vivido un año sin estar pendiente de la cuenta corriente. Eso es peligroso si al final te tienes que volver a Madrid de desempleado :). He visitado muchos países (
Singapur,
Malasia, Indonesia,
Camboya,
Birmania,
Vietnam,
Laos, India, China y los territorios de
Hong Kong y
Macao) y todo esto, sin dinero, no hubiese sido posible. Y no es que hayamos viajado como ricos, que a excepción del viaje a
Bali con
Kay, siempre hemos ido de
tiradillos. Pero el no tener que preocuparte por el dinero te hace ser una persona más feliz (¿suena materialista?). De estos viajes, si me tengo que quedar con uno, sería el de
Bali para celebrar el cumple de
Kay. Si
Kay no existiese (difícil abstracción, pero hagamos un esfuerzo metafísico para obviar el viaje a
Bali y a
Bombay) diría que mis viajes preferidos han sido a
Laos,
Pekín y al norte de la India. Viajar te da
culturilla y te hace crecer. Te hace conocer sitios que no creías posibles (playa de
Koh Phi Phi), te hace redescubrir tu pasado (
Bombay), te hace conocer realidad olvidadas (
Laos) y te permite descubrir realidad tan distantes y distintas a las nuestras...
Nada de esto sería lo que ha sido si no hubiese conocido a la
gordita de
Kay. Tuvimos la maldición de prometernos visitar la India juntos, y ahí estábamos un par de meses más tarde (tened cuidado lo que decís lectores, que puede convertirse en verdad). Tuve el placer de tenerla en
Singapur un par de veces, descubrir la isla con ella (y también la isla de
Bali :P) y compartir todos estos
buenísimos momentos con alguien como ella. No sólo me soporta y entiende que hay que querer a los
frikis informáticos, sino que siempre tiene un sonrisa para las alegrías y un
consuelo para las penas, un plan alternativo cuando parece que todo se derrumba y por primera vez me he dado cuenta que estoy con alguien mucho más inteligente que yo (y para mi sorpresa, no me molesta, sino que me gusta... este orgullo ya no es lo que era
jaja). Sabemos que el futuro es largo, y que aunque ahora estemos lejos el uno del otro, el tiempo nos volverá a juntar.
Se que este resumen no será lo mismo si no hablo de la cantidad de gente que he conocido, la cantidad de sitios que he descubierto en
Singapur o los sentimientos que vivir un año allí ha despertado en mi, pero tampoco quiero aburriros a todos. Os quería decir que no
sabéis como voy a echar de menos este año y estas experiencias que tanto me han ayudado a madurar y a formarme. No, no soy el mismo que era cuando me fui de España hace un año. Por suerte todos nos movemos para adelante, y creo que este año me he movido al trote. Esperemos que, como mi sobrina Ana, mi vida siga al ritmo de la carrera.