Wednesday, March 4, 2009
Limon
Gracias a la generosidad de la Denise y de la Oficina de Turismo de España en Singapur, pudimos disfrutar anoche de una magnífica cena en uno de los nuevos restaurantes españoles de Singapur: Limon. Este restaurante no es el típico español de tapas y rioja, sino que ha pretendido fusionar dos cocinas que a mi personalmente me encantan: la española con la tailandesa.
Llegamos al local en Purvis Street, y allí nos esperaba el maitre de la sala. El restaurante se encuentra en una shop house, típica arquitectura singapurense, de dos plantas más altillo. Nos subieron al primer piso, donde tienen el comedor principal. Este aspecto no me gustó, ya que me parece poco cómodo tener que subir un piso para comer. La sala principal es grande, espaciosa, con un techo muy alto y una decoración cuidada.
La atención del servicio fue buena, y tuvimos un rato en la mesa a la relaciones públicas del restaurante, una chica singapurense muy maja. Nos explicó las aventuras del local, cómo llegaron a idear un restaurante así y cómo les va el negocio. Y como habíamos ido allí a comer, empezaron a salir los platos. Como abrebocas nos trajeron pan con mantequilla y tomate y aceite para mojar. Un buen recuerdo de España. El primer plato fue un gazpacho muy suave metido en un coco, que nos pareció una magnífica idea para fusionar. Luego seguimos con un surtido de tapas: chorizo con aceitunas (curiosa combinación que no desentonaba), patatas bravas (buenas), gambas al ajillo, salmón salteado y tortilla de patatas.
Después de estos aperitivos pasamos a unos platos más elaborados, entre los que estaban un magnífico bacalao con verduritas, un krapow de langosta (langosta con salteado de noodles), paella y fideau (con un esmerado all-i-oli). Ya de postre nos trajeron un puding con salsa de te (demasiado fuerte el sabor de la canela) y un acertado flan de caramelo. El café final no mataba.
En cuanto a los extras, de beber optamos por la versión thai de la sangría, que tenía limoncillo (lemon grass) y que pegaba fuerte. Los baños no eran nada del otro mundo. Y para acabar nos dieron una vuelta por el reservado de la segunda planta (muy bueno para una fiesta privada de 10-12 personas) y por la planta baja, donde puedes comer y tomarte una copa. Una cena muy buena, con una compañía divertidísima.
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