Si algo me ha impresionado de Siem Reap han sido los templos y los precios. Aunque desde el exterior se conocen como los templos de Angkor Wat, este nombre únicamente se refiere a uno de ellos. Pero es que el conjunto de templos se extiende por una inmensa superficie. Los hay de todo tipo: redondos, cuadrados, deborados por los árboles, rodeados por arrozales, con pinturas, con esculturas de caras. Una verdadera maravilla del mundo. Siempre me daba envidia Alán cuando hablaba de ellos...
Y como decía, los precios bien altos también, al nivel de los templos. Es el problema de moverse con dólares americanos, que todo está dolarizado. Los precios de casi todo bien podrían ser los precios de Madrid (por suerte los mangos y los masajes tienen un precio más bajo). Los locales, en cambio, funcionan con la moneda local. Una vez más caemos en la mala costumbre de maltratar al turista en el Sudeste Asiático. Una especie de España de los años 70.
No quisiera cerrar estas impresiones sin hablar de los Jemeres, la gente de Camboya. Desgraciadamente este nombre está ligado a la tenebrosa memoria del régimen dirigido por Pol Pot durante los 70 y que dejó tantos muertos en este bello país. A raíz de este viaje ha estado leyendo cosas sobre el régimen, y además de las ejecuciones masivas esclavizaron a miles de personas, prohibieron el dinero y decidieron que el tiempo empezaba a contar desde que ellos llegaron al poder. Unos absolutos dictadores. La guerra contra los estadounidenses y parte de Vietnam (que llevó al poder a estos dictadores) dejó en Camboya una de las peores lacras: las minas antipersona. El país fue minado de forma indiscriminada por la aviación estadounidense, y eso se ve en la vida diaria de Camboya. Hay muchísimos mutilados, que hacen cualquier cosa por que les des un simple dólar. Verdaderamente demoledor.
Siem Reap y los templos alrededor de Angkor bien merecen un viaje. Me siento más feliz ahora que lo conozco.
Thursday, June 4, 2009
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